La influencia que ejercemos

jueves, 23 de abril de 2009

Cuando estuve en el colegio, en mis últimos años como estudiante (no cabe duda que era el mejor de mi curso), experimenté varias veces cómo un solo comentario puede influir en los comportamientos de las personas. Con el sólo hecho de decir que alguien, en especial alguna niña, era creída (fea, chismosa, burlona, cansona), la mayoría de los que escuchaban esta calificación, la empezaban a tratar como alguien diferente; casi en todos los casos se convierten en motivo de exclusión estas clases de definiciones. Por eso, cuando alguien es capaz de afirmarme que una persona se comporta de tal manera, hasta que no tenga la oportunidad de compartir con ella no voy a darle el visto bueno a su veredicto. En varias ocasiones amigas muy cercanas, cuando llegaba alguna niña nueva al colegio armaban grandes cuentos en referencia de ella. Por no sacarles la piedra a mis amigas, y por estar prácticamente influenciado, procuraba no toparme con tan espectacular figura. Pero por cuestiones meramente de atracción se daba la oportunidad de hablarle, y no la perdía. Después este suceso tachaba las malas apreciaciones que me habían hecho días atrás (esto también sucede en todas las áreas donde trabajen  o vivan grupos de personas).

 

A veces las personas que tildamos con alguna clase de tipificación, se han comportado así para resguardarse de algo (miedos, problemas en la familia, decepciones amorosas, etc.). O, a veces no se dan cuenta que quizás están actuando “mal”, para algunos.

 

Muchas veces somos causa del comportamiento de un sinnúmero de personas. Nos convertimos en modelos para otros. Nos volvemos en líderes caudillos, de fantasía. El ser humano por naturaleza es un ser influenciado por cualquier accidente que le acontezca a su alrededor. Que el día está gris y no salgo porque me voy a mojar. Que está haciendo bastante sol y me puede dar cáncer. Que aquella persona me vio mal, por eso no le hablo. Que esta niña me vio diferente hoy, por eso trataré de charlarle. Es así como aseguran la gran mayoría de psicólogos que las influencias tienen puntos negativos y positivos. Podemos persuadir a las personas para que hagan o participen de una causa benéfica o poner en contra a todo un país para que vaya a hostilidades.

 

Los griegos utilizaban la retórica para convencer a sus oyentes de lo que estaban diciendo. Cristo la empleó, con gran ayuda de su testimonio, para trasmitir su mensaje de salvación. Hitler para realizar la más grande guerra que tenga recuerdo. Se puede afirmar que el primer elemento de la comunicación, el diálogo, es indispensable para el convencimiento de las gentes. Por eso es que los masivos sistemas de comunicación (televisión, internet, teléfono, radio) influyen en masas indeterminadas de personas; ofreciendo o no una perfecta información; es una información con propios intereses.


Los primeros influenciadores han sido nuestros padres. Son los que hasta cierta edad controlan nuestros movimientos. Nos indican cuál debe ser nuestra rutina, las horas de ver televisión y a qué horas tenemos que acostarnos. Son los encargados de nuestra educación, y de nuestro futuro; lo que somos ahora es la proyección del tiempo venidero. Es una de las etapas más peligrosas. Luego vienen nuestros maestros, a veces primeros en nuestra educación. No sólo se encargan de reeducarnos, sino de suministrarnos educación académica. Si las anteriores etapas de crecimiento y educación fueron falsas sus bases, cuando llegan los amigos va ser caso perdido. El joven empieza a actuar de una forma para que sea aceptado en el grupo. A veces hasta cosas increíbles como robar, hacerle daño a alguien o consumir drogas.


0 comentarios:

Publicar un comentario